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Guerra comercial
Columna
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¿Por qué va a fracasar la estrategia de Trump?

Los aranceles no van a industrializar el país, solo lo van a llevar a sustituir a sus proveedores. El primer jardinero, de origen asiático, ahora podría ser sustituido por uno de origen latino quizás

Donald Trump escucha a los medios de comunicación a bordo del Air Force One este sábado de camino a Miami, Florida.

Para nadie es claro cuál es el verdadero objetivo de Trump con su política arancelaria. Trump la ha justificado de muchas maneras. Ha dicho, por ejemplo, que pretende reindustrializar a su país, que quiere eliminar el déficit comercial, que es un mecanismo recaudatorio, que quiere reordenar el sistema comercial mundial, etc. Como se puede ver, se trata de una mezcolanza de objetivos, algunos de los cuales se contradicen entre sí. La realidad es que es prácticamente imposible que logre alguno de ellos. Para entender mejor el dilema al que se enfrenta Estados Unidos pensemos en cómo se vería esta situación desde una perspectiva individual.

Supongamos que existe una persona exitosa que obtiene sus ingresos ofreciendo sus servicios profesionales (puede tratarse de una abogada, un contador, un cirujano o una dentista, por ejemplo). Esa persona obtiene un superávit de sus clientes, ya que ellos le compran sus servicios y ella no les compra nada a ellos. La profesionista, sin embargo, requiere un jardinero que le arregle su jardín, un chofer que la lleve a todos lados y un asistente que le maneje su agenda. Además, consume sus alimentos en distintos restaurantes durante la semana. Con todas esas personas y negocios la profesional incurre en un déficit, ya que contrata sus servicios y ellos no le compran nada a ella.

¿Puede la profesionista prescindir de su déficit con esas personas? Es decir, ¿puede arreglar su propio jardín, conducir su propio auto, organizar su agenda o hacerse ella misma de comer? Sí, claro. Lo puede hacer, pero quizá no le convenga hacerlo, ya que ella podría obtener más ingresos si se dedica a lo que es mejor, es decir, a ofrecer sus servicios profesionales. De esta forma puede obtener el ingreso que le permite comprar todos esos otros servicios y bienes que hacen su vida más cómoda y placentera. Además, es probable que la comida sea mejor en un restaurante que la que ella se puede preparar. También vive más tranquila al no sufrir el estrés del tráfico cotidiano o de arreglar todas sus citas y reuniones ella misma. Este es el primer punto importante de una relación comercial: tener un déficit con algunos países o personas puede ser muy conveniente, ya que nos permite especializarnos en las actividades en las que somos mejores, lo que nos permite lograr un mejor nivel de vida. Esta es, en el fondo, la razón del comercio internacional: cada país se especializa en las actividades en las que es mejor y más productivo.

Supongamos ahora que la profesionista piensa que el jardinero o la asistente se aprovechan de ella. Que es injusto que le cobren lo que le cobran y que deben pagar por el privilegio de servirle. Así que ella decide imponerles un arancel. Si estas personas quieren ofrecerle sus productos deben pagar por ello. Ahora todos esos servicios son más caros como resultado del arancel. El jardinero al que le impuso el arancel ahora le cuesta más caro que antes. En cambio, otro jardinero, que antes no era tan atractivo como el primero, se vuelve más competitivo. La profesionista decide entonces sustituir al primer jardinero por uno nuevo, uno que antes no le parecía tan bueno, pero con el arancel que le impuso al primero, ese segundo jardinero es ahora más atractivo.

Lo mismo puede pasar con la asistente. Este es el segundo punto importante del ejemplo: un arancel no hace que las personas o países produzcan lo que antes no producían, quizá simplemente sustituyan a sus proveedores. Esto es lo que en la jerga económica se conoce como la desviación del comercio. Los aranceles no van a industrializar a Estados Unidos, simplemente lo van a llevar a sustituir a sus proveedores. El primer jardinero, de origen asiático, ahora podría ser sustituido por uno nuevo, uno de origen latino quizás. Noten que el arancel no logró su propósito. Eliminó el déficit con esas personas, pero no hizo que la profesionista se hiciera cargo de su jardín, de su comida o de su transportación. No lo hizo porque no le conviene hacerlo. En el proceso, lo único que hizo fue cambiar de proveedor. Es decir, sustituyó un déficit con otro.

Ahora bien, alguien puede decir que este no es el caso de Estados Unidos, porque la profesionista debe tener un superávit con alguien (en este caso con sus clientes) para poder tener un déficit con otras personas, mientras que Estados Unidos tiene un déficit global. Esta situación es aún más fácil de analizar. Supongamos ahora que en lugar de tratarse de una profesionista exitosa se trata de una persona que tiene en su hogar una máquina que imprime dinero y que ese dinero es aceptado por todos los demás: por el jardinero, la asistente, el chofer, etc. Si este fuera el caso es aún más evidente porqué un arancel no va a industrializar a Estados Unidos, de la misma forma que un arancel no va a hacer que una persona que obtiene su dinero fácilmente se dedique a actividades que otros están dispuestos a hacer. Esta situación es lo que en su momento fue definida por Valery Giscard d’Estaing, expresidente de Francia, como el “privilegio exorbitante” del cual goza Estados Unidos por tener al dólar, que funge como la moneda de reserva mundial.

En síntesis, los aranceles no van a reindustrializar a Estados Unidos. No le conviene y no hay incentivos para hacerlo. Si acaso los aranceles lograran redirigir el déficit de un país a otro. Si se le impusiera aranceles a todos los países, ahora todo le saldría más caro y Estados Unidos se empobrecería. Por ello, la política arancelaria de Trump está condenada al fracaso.

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