DESDE LA RAYA
Por el agua
Permítanme que hoy, en estos días, regrese a mi infancia, a lo que quema, a lo que hiere, a lo que duele, a lo que sana, a lo que cura, a lo que somos
La llamada
Supervivencia
Podríamos hablar de aranceles, del pulso comercial que Trump echa al mundo; de la desvergüenza de una furgoneta llena de titis estrellada en el parador de Teruel; de temas recurrentes como las guerras que desangran al mundo, este pan nuestro cotidiano que ilustra los telediarios, ... la comida del mediodía, tanto dolor para nada.
Podríamos hablar de las promesas que la primavera trae al campo, de los precios disparados, de los malos pronósticos del tiempo para los días de la Pasión, esos nubarrones que se ciernen sobre nuestras esperanzas, o de cómo en mi tierra se levantan andamios para restaurar sus orgullosas murallas, las que nos abrazan todo el año.
Pero el Nazareno ya ha cruzado el Duero, ha venido por el agua, como todo lo bendito. El Nazareno ha atravesado nuestro nuevo puente viejo, este puente románico que hoy, casi mientras escribo, cruzará en sentido inverso un Jesús en pie para prometer resurrección ante los muros del cementerio.
Ese Jesús que mañana (hoy cuando me lean en esta ventana de papel) atravesará las puertas de Zamora como las de la sagrada Jerusalén, igual hoy que hace dosmil años, los mismos niños, la misma alegría, el mismo bosque de palmas y ramas de olivo. Quién dijo que no era un burro zamorano aquella borriquita que montaba.
Podríamos hablar de muchas cosas, pero permítanme que hoy, en estos días, me quede en Zamora, con mi pueblo, con mi gente, con los amigos de siempre, con los que regresan, con los muertos que se fueron y están ahora por el aire, en todo lo que vivimos; que vista la misma ropa, la ilusión de mi primera procesión, cuando miraba al mundo y a la cámara de Trabanca el viejo de frente, sin miedo, sin adivinar que la vida es un pan amasado con mano fuerte, agarrada a las manos de mis mayores, por cuyas huellas se guían mis pasos, por cuyos pasos aprendí a caminar recto por la vida.
Permítanme que hoy, en estos días, regrese a mi infancia, a lo que quema, a lo que hiere, a lo que duele, a lo que sana, a lo que cura, a lo que somos. A ese Nazareno que viene por el agua, ese Jesús que anduvo en el agua, sobre la mar. A las noches de luna llena y procesiones, los cánticos que rompen mi alma, las lágrimas de una Virgen que llora en San Juan. A la primera madrugada de empalmada, que es el rito que a los zamoranos nos confiere la mayoría de edad; al Merlú bajo mi ventana, a un ejército de cruces alzándose a lo alto.
Santa y buena semana para todos. Días de lluvia nos aguardan, mirar al cielo y esperar. Agua que al agua llama, si el Nazareno vino por el agua, que todo lo limpia, todo purifica. Si son lágrimas de Dios.